*De la pobreza a exitoso asesor profesional en Seguridad
Industrial
*Nació en Huetamo, Mich., fue telegrafista y estudió
ingeniería química
*Además, es poeta, escritor y le gusta la pintura, la
escultura y el teatro
*Su segunda tierra es Monterrey, pero vive en Celaya
desde hace 48 años
*Dice que México no ha cambiado desde que escribió Los
Mundos en El Sol
A. Pérez
Homero Benítez Aguirre es un gigante. No sólo por su
estatura, sino también por su determinación para afrontar la vida, por la
firmeza de sus convicciones, por su atrevimiento para romper paradigmas y
porque a él le vale lo que digan los demás de su persona; él es auténtico, es
como él quiere ser, como él cree que debe ser; cree en Dios, pero a su modo,
como Él se identifica con él. En la sociedad es apreciado por unos y criticado
por otros. En su profesión, fue pionero en Desarrollo Organizacional, primero
como ejecutivo en varias empresas y luego como capacitador, asesor y
conferencista independiente, principalmente, en temas de seguridad industrial.
Además, es poeta, escritor, psicólogo, administrador e ingeniero.
En días recientes salió a la luz pública su nuevo libro, el
número 17 de su trayectoria como escritor. Este libro es una recopilación de
sus escritos periodísticos publicados en El Sol del Bajío, conocidos como “Los
Mundos de Homero Benítez”, así también se titula el libro de 291 páginas, desde
el prólogo hasta el fin, donde derrochó sus conocimientos sobre arte y cultura
universal, expuestos desde su muy particular punto de vista y valorados desde
una retrospectiva actual, con la vigencia que aún tienen las obras que analiza.
Esto lo convierte, además de todo, en un crítico del arte.
Dicen que el México que describió en algunos de esos
artículos, como “El Mundo Revolucionario de Emiliano Zapata”, “EL Mundo de
Ciencia y Ficción de Nuestro México” y “El Asqueroso Mundo de la Corrupción”,
todavía persiste: los mismos problemas, las mismas carencias, los mismos
visicios y los mismos abusos.
Homero Benítez es un apasionado del
arte, de la lectura y de la música, de la pintura y de la escultura,
principalmente del teatro. Por sobre todo eso, ama a sus hijas, Sara e Iris, a
quienes educó desde pequeñas, de diez y cinco años, hoy ya profesionistas y
casadas, a cuya madre le guarda respeto y admiración por los 30 años que pasaron
juntos, los primeros de su carrera profesional, de sus momentos difíciles y de
sus éxitos. Se divorció en buenos términos, porque él dice que no puede vivir
atado a una persona. Por compromisos familiares no pudo realizar los viajes de
estudio que se le presentaron al iniciar de su carrera, esenciales para su
realización personal y profesional.
ORÍGENES
En esta plática rasga su interior para descubrir su vida
personal y traer al presente, vista desde este momento, con serenidad y
satisfacción, lo que fue su vida en su natal Huetamo, lo que fue su éxodo, su
época de estudiante, que transcurrió entre la secundaria 4, la vocacional 5, el
politécnico y su trabajo de telegrafista, hasta ingresar de lleno a la vida
laboral, donde pasó de obrero, a supervisor de línea hasta gerente ejecutivo,
en sólo cuatro años en una empresa, para luego independizarse.
“Yo vengo de una familia muy jodida, de la verdadera
pobreza, de las familias más amoladas de tierra caliente, donde dormía en un
petate; pero gracias a mi madre, aunque me pegaba unas friegas, pude salir
adelante. Por esos recuerdos no quería volver a mi tierra”, narra el hoy ingeniero
químico y maestro en Desarrollo Humano, a una edad que ronda los 80 años;
cumplió 78, apenas el pasado 22 de noviembre, con la satisfacción de haber
decidido libremente el destino de su vida hasta alcanzar el éxito. “La vida es
de decisiones”, sentencia, y él las supo tomar en su momento.
El encuentro para hablar de su mundo, de “El Mundo de Homero
Benítez”, se realizó en la tranquilidad de la sala de su casa, donde saltan a
la vista muebles y múltiples objetos por todos lados, utensilios del hogar,
fotografías y recuerdos de sus viajes, ahí es donde convive con sus amigos y compañeros
del basquetbol, y en su cuarto de estudio, a la izquierda de la puerta
principal, repleto de libros, su computadora y un tocadiscos, donde trabaja y
le da rienda suelta a su creatividad.
En estos dos escenarios, que domina a la perfección, es
donde se siente bien para hablar de sí mismo, de secretos no revelados, al
menos, no para ser publicados, como lo hace ahora. Aunque en su libro “Antes
del final”, editado en la India, narra gran parte de ellos.
Él, es hijo de la señora Sara Aguirre, de Huetamo; su padre,
Antonio Benítez de la Paz, de Cuitzamala, Gro., también de la región de tierra
caliente, quien se robó a la joven Sara con la promesa de casarse con ella,
como se acostumbraba en aquel tiempo y en aquellos lugares; pero como aquél no
le cumplió en el término acordado, ella determinó dejarlo y regresar con su
familia a Huetamo. De esa unión pasajera nació Homero, reconocido por su padre
y quien todavía buscó a su mamá, pero no con la determinación de casarse con
ella, y como sus parientes tenían fama de matones, él prefirió alejarse de ella.
Su madre aprendió el oficio de la alta costura, fue buena en
su trabajo, pero allá se ganaba muy poco, así es que, para terminar de estudiar
la primaria, Homero Benítez ingresó al internado “Mexicano Español”, en Morelia,
donde les daban hospedaje y alimentación, pero al terminar esta etapa, donde se
graduó con honores, tuvo que dejar el internado e ingresar a la secundaria San
José; ya en completa libertad, no le puso el mismo interés al estudio y reprobó
la mayoría de las materias, por lo que tuvo que regresar a Huetamo; en esa época,
vivió los momentos más difíciles de su infancia al tener que trabajar
acarreando agua del arroyo con dos botes y un palo atravesado al hombro: “para
que aprendas a ganarte la vida, ya que no quisiste estudiar”, le decía su
madre.
Hubo sequías y hambruna. Su padre, aunque siempre les
ayudaba en algo, no era suficiente, pero en ese tiempo les mandó dos costales
de maíz, pues estaba en mejor situación, como dueño de tierras. Incluso, se
quiso llevar a Homero con él, pero su madre no lo dejó.
A los 13 o 14 años que tenía en ese tiempo, le empezó a
preocupar su futuro; quería ser alguien en la vida; inquietud que su madre
compartía; ella fue quien lo metió a aprender de telegrafista; ya que estuvo
listo, presentó exámenes en las oficinas centrales en México, pero reprobó; sin
embargo, por intervención del sindicato lo mandaron a Culiacán, Sin. Ahí le
empezó a cambiar la vida; ganaba mil pesos al mes, con ello ayudaba a mamá,
pero luego ella se fue a vivir con él y entonces ya no alcanzaba para rentar un
cuarto y comer; llegado el momento, a los 15 años, tuvo que tomar la decisión
de irse a México a trabajar, en las oficinas centrales para poder continuar sus
estudios; su madre se regresó a Huetamo.
Así es como estudió en la secundaria 4, la vocacional en la
5 y su carrera profesional en la Escuela Superior de Ingeniería Química e
Industrias Extractivas, del Instituto Politécnico Nacional, logrando siempre
altas calificaciones y titulándose con la primera tesis de investigación.
Antes de terminar su carrera se quedó sin trabajo, había
decidido irse a otra parte cuando la maestra Sara Cantú, profesora de cultura
física, que le rentaba un cuarto, le pidió que no se fuera y que le pagara
cuando pudiera. Por esos días, Homero le escribió a su padre para hacerle saber
de su situación y pedir su apoyo, si lo necesitaba; aquél le contestó que ya
estaba grandecito, que se quitara de fregaderas y que se las viera por sí solo.
“Me mandó a la fregada, en pocas palabras”, dice resignado, pero tampoco lo
culpa.
INCIA SU CARRERA PROFESIONAL CON SUERTE
Buscando trabajo, en un horario que le acomodara para
terminar sus estudios, llegó a una fábrica de baterías, donde le dieron esas
facilidades y donde él empezó a aplicar sus conocimientos y a desarrollar su
creatividad en la solución de los problemas. Después fue Jefe de Laboratorio de
la Unión Carbide Mexicana, en Tecamac, Estado de México.
Una vez terminada su carrera y con su título en la mano, en
1965 se le presentó la oportunidad de ir a Celulosa de Chihuahua, del Grupo
Monterrey, oferta que tomó de inmediato, cansado ya de vivir en la ciudad de
México. Cuando fue a la entrevista lo hospedaron en un hotel, cuya vista en la
tarde era puro desierto; sintió miedo, pero decidió quedarse para averiguar a
qué se debía su temor.
Estando en esta planta como jefe del Departamento de
Pérdidas de Procesos, lo enviaron a capacitar a Estados Unidos en seguridad
industrial, a su regreso se incorporó a su trabajo, donde tuvo que ingresar,
como todos los jefes, al Movimiento Familiar Cristiano, donde descubrió sus
dotes de líder y su facilidad para organizar grupos.
Sin la experiencia de hablar en público, animado por el
gerente de la planta dio una plática en el Congreso Nacional de Seguridad del
Centro de México, en uno de los 10 grupos que se formaban para analizar
diversos aspectos, ahí presentó el tema de la “Ecuación Humana para la
Motivación”; al final, el gerente le dijo: “nos hacía falta una estrella en
seguridad y ya llegó, tú”. En la evaluación del congreso fue mejor calificado.
A partir de ahí, siempre participaba en los congresos y le correspondió dirigir
la plenaria tres veces consecutivas. Es el único conferencista que ha sostenidos
tres conferencias diarias en uno de estos congresos de seguridad, durante una semana.
Después de trabajar en Celulosa de Chihuahua, paso a ser asistente
de División de Fierro y Acero de Hojalata y Lámina, en Monterrey, hasta 1967,
que se vino a Celaya como Gerente Corporativo de Seguridad de la Compañía
Química General, donde le tomó sólo cuatro años pasar de Supervisor de Línea a
Gerente Corporativo. En 1970 ingresó a la planta de Celaya de Celanese Mexicana,
como Gerente de Relaciones Industriales. Al año siguiente, en 1971 se
independizó para poner su despacho de asesoría.
ARGOS, INGENIERÍA HUMANA
Desde hace 44 años, que fundó su empresa “Argos, Ingeniería
Humana”, se dedica a dar asesoría a empresas sobre Seguridad Industrial,
Desarrollo Humano y Desarrollo Organizacional. Benítez Aguirre está convencido
de que la seguridad de una empresa es el termómetro de la eficiencia
administrativa. En ello ha puesto todo su interés, trabajo y capacitación; por
eso es un experto calificado. Incluso, hay un tipo de auditorías que sólo él
puede realizar en todo México.
Su primer y principal lugar de trabajo ha sido Monterrey,
donde se dio a conocer y donde hubo más empresas que lo contrataban; allá,
también realizó algunos trabajos con el gobierno del estado de Nuevo León y
produjo sus primeros libros técnicos. Él dice que Monterrey es su segunda
tierra, aunque tiene 48 años viendo en Celaya.
Cuando parecía que todo iba bien, se presentó la crisis del
95, por el error de diciembre de 1994. Las empresas le cancelaron los contratos
que tenía adelantados y no le daban trabajo, ni fiado. Entonces decidió tomarse
su año sabático y se dedicó a viajar, a estudiar y a escribir. Dice que no es
rico, pero tenía sus ahorros y su estilo de vida no es ostentoso, de tal manera
que le alcanzaron para vivir esa temporada, hasta que lo empezaron a llamar
nuevamente para solucionar problemas, como el caso de Vitro, donde se
registraron problemas graves de inseguridad industrial.
Comenta que, a lo largo de estos años, ha asesorado a más de
cien organizaciones a nivel nacional, tratando siempre de motivar al personal hacia
la eficiencia de las operaciones para garantizar la seguridad.
Entre estas empresas, se encuentran: Tubacero, General
Motors, Vitroenvases, Cydsa, Univex, Embotelladora de Tampico (Coca-cola),
Exportadora de Sal, Ampolletas, Productos de Maíz, Lamosa-Revestimientos,
Tel-Cel, Schott Mexicana y Maeva, entre otras.
La filosofía industrial del Homero Benítez se cifra en esta sentencia:
“cualquier teoría, si no es fácil de
aplicar o no se obtienen dividendos, no vale la pena gastar tiempo en
ella”. Haber seguido al pie de la letra esta premisa le ha llevado al éxito, sumado al lema de su empresa de
consultoría: “no vendemos cursos, sino que resolvemos problemas; en algunas
ocasiones, a través de los cursos”.
LIBROS
Sobre la temática de su trabajo ha impartido múltiples
conferencias, ha escrito libros y ha publicado artículos en revistas
especializadas, así como en medios periodísticos, donde los temas se han variados.
Entre sus libros técnicos publicados, se encuentran: Guía de
Acción para supervisores de Línea; Motivación al alcance de todos; Un
compromiso pero en firme; Aventuras Buscando el sentido y propósito del
trabajo; Aventuras buscando la Motivación; Aventuras buscando la Limpieza;
Aventuras buscando la Excelencia en el servicio al cliente; Aventuras buscando
la confianza; Aventuras buscando la Seguridad; Aventuras buscando el desarrollo
integral del Niño; Aventuras buscando la superación de la mujer y Niño feliz; y
hombre triunfador.
Entre sus obras literarias, menciona: Viaje alrededor de mí
mismo; El hombre que huele el tiempo (poesía); El Huetamo que se fue; Una vez a
la semana; Plata, el chico del colegio; Lobo, el chico del fut; La Bonita tiene
SIDA; Milton, el chico de Oxford; Ligue, terror y esperanzas en el chat gay; y
Antes del Final.
Homero Benítez ganó el primer lugar en el Concurso
"Rescate de las Tradiciones cuentos y leyendas de los Barrios y los
pueblos", convocado por Consejo Nacional de la Cultura y las Artes
(CONACULTA) y el Consejo Nacional para el Fomento Educativo (CONAFE), con una
serie de narraciones de su pueblo natal, recopilados en el libro “El Huetamo
que se fue”, obra que le acarreó algunos problemas por las revelaciones que
hizo, principalmente en la historia de “El Toro Prieto”.
A raíz de este libro, siempre lo invitan a Huetamo. Hay un
encuentro de poetas de tierra caliente, a donde ha enviado algunos de sus
trabajos, pero está invitado para este enero de 2016.
Paralelamente a su ejercicio profesional y a sus libros, ha
ejercido el periodismo publicando más 200 artículos en "El Sol del
Bajío"; de los cuales, 52 de ellos conformaron la serie denominada: “Los
Mundos de Homero Benítez”, hoy publicados en el libro que lleva el mismo título.